¡Hola, mi amigo! Ya es medio día y puntualmente has llegado
a tu cita.
No sé cuál es tu sentir, mucho menos cuales tus pensamientos. Pero ese árbol que te regala su sombra es fiel testigo del amor que a ella le tienes.
Sin duda es una hermosa mujer... ¡Tranquilo, amigo! No te me ofendas. Pero es que ese vestido azul entalla sus hombros y vaya que resalta su rostro. Sus ojos, como dos piedras preciosas. Sus labios, cual flor del cerezo... ¡¡Vaya, mi amigo!! Ahora entiendo por qué tan enamorado.
La gente pasa y te lanza una mira de extrañez. Otros, hacen comentarios y te lanzan burlas. Pero tú no te inmutas.
Triste ha de haber sido tu pasado, tu mirada lo insinúa y esa botella de vino lo afirma.
No sé cuál es tu sentir, mucho menos cuales tus pensamientos. Pero ese árbol que te regala su sombra es fiel testigo del amor que a ella le tienes.
Sin duda es una hermosa mujer... ¡Tranquilo, amigo! No te me ofendas. Pero es que ese vestido azul entalla sus hombros y vaya que resalta su rostro. Sus ojos, como dos piedras preciosas. Sus labios, cual flor del cerezo... ¡¡Vaya, mi amigo!! Ahora entiendo por qué tan enamorado.
La gente pasa y te lanza una mira de extrañez. Otros, hacen comentarios y te lanzan burlas. Pero tú no te inmutas.
Triste ha de haber sido tu pasado, tu mirada lo insinúa y esa botella de vino lo afirma.
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Ya pasan de las seis, es hora de partir. Y como siempre, antes de agarrar
camino, sacas tu pañuelo blanco y empiezas a limpiar el cuadro que fielmente
refleja la imagen de quién alguna vez fue tu mujer.
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