Al asomarse las primeras
estrellas, ella tomaba una ducha, perfumaba su piel con jazmines y cubría su
cuerpo con el vestido blanco que dejaba al descubierto sus hombros, sobre los
cuales reposaba su ondulado cabello.
Luego, sentada en el portal,
bebía una taza de té y contemplaba las pequeñas luces que iluminaban el cielo, mientras esperaba pacientemente que su cita se concretara.
Y fue aquella noche que junto con el sereno llegó la Muerte a quien tanto anhelaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario