Duelen los brazos que te rodeaban cada vez que llegaba a saludar.
Duelen los pies que corrían para servirte lo que necesitabas.
Duelen las rodillas que se doblaban para ponerte las calcetas y abrochar tus zapatos.
Duelen las manos que acomodaban tu cabello al levantarte.
Duelen los ojos que capturaron momentos donde tú estas presente.
Duelen los oídos al no escuchar tus consejos, tu carrilla, tus gritos.
Duele la cabeza que almacena tantos recuerdos.
Duele el corazón de la desesperación de no verte, no escucharte, no tenerte.
No cabe duda, la tristeza duele.
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